Midiendo el impacto de los fármacos antiobesidad
Se estima que uno de cada ocho estadounidenses tomó algún medicamento para perder peso, como Ozempic, en los dos últimos años; su uso generalizado podría aportar considerables ventajas económicas y redefinir los sectores médico, alimentario y del ocio.
Estas son las conclusiones de un estudio realizado por gestores de inversión y analistas de Pictet a cargo de nuestras carteras temáticas de renta variable en los sectores de salud, biotecnología, consumo y nutrición, con unos activos gestionados de más de 10.500 millones1.
Basándose en la evaluación de los nuevos fármacos antiobesidad en desarrollo, nuestros profesionales de la inversión concluyen que la próxima generación de tratamientos puede mejorar a la actual de tres formas, e impulsar potencialmente el tamaño del mercado al que se dirigen.
La primera de dichas formas es con la promesa de reducir la cantidad –y gravedad– de los efectos secundarios.
Un inconveniente que tienen en común todos los medicamentos GLP-1 actuales es que los usuarios suelen experimentar largos periodos de náuseas, vómitos y molestias gastrointestinales. Aunque estos efectos secundarios pueden disiparse con el tiempo, muchos pacientes terminan siendo incapaces de tolerar el tratamiento.
Esto ha llevado a un grupo de empresas farmacéuticas y biotecnológicas a centrarse en desarrollar nuevos fármacos antiobesidad poniendo el acento en mejorar su tolerabilidad.
Otra posible ventaja que podrían reportar los nuevos fármacos es el tipo de pérdida de peso que los pacientes experimentan. Muchos de los medicamentos antiobesidad actuales provocan la pérdida tanto de grasa como de masa muscular, lo que puede derivar en otras complicaciones para la salud. Como respuesta, los desarrolladores de fármacos se están planteando ahora tratamientos que consiguen reducir el peso sin degradar el músculo. Y existen diversos métodos para hacer esto adaptando los medicamentos existentes.
Cuestiones de peso
Porcentaje de la población con la condición de obesa (IMC superior a 30)
[gráfico OMS con mapa del mundo]
Fuente: Observatorio Mundial de la Salud de la OMS (2022)
Por último, los nuevos fármacos antiobesidad podrían allanar el camino para tratamientos de adelgazamiento más personalizados. Una de las principales dificultades al abordar la obesidad es que este trastorno suele venir acompañado de otros problemas médicos, o comorbilidades, tales como hipertensión, artrosis o diabetes. En el futuro, podríamos ver cómo se ofrecen diferentes combinaciones de tratamientos a la medida de las comorbilidades específicas de los pacientes.
Según nuestros cálculos, hay docenas de estos productos híbridos en fases iniciales de ensayos clínicos. Tomadas en su conjunto, las citadas ventajas potenciales sugieren que los pacientes podrían lograr una reducción permanente de peso del 25 por ciento. Esto se traduce en una mayor oportunidad en términos comerciales. Disponer de tratamientos con mejor rendimiento y menores efectos secundarios podría impulsar el mercado de fármacos de adelgazamiento hasta los 75.000 millones de USD en un plazo de tres años y hasta los 100.000 millones de USD para 2030.
Las implicaciones económicas más amplias serían también considerables. Uno de cada cuatro adultos del mundo desarrollado es actualmente obeso y, si las tendencias no cambian, la obesidad podría terminar costando a la economía global hasta 4 billones de USD en producción perdida cada año, o un 3 por ciento del PIB para 2035.
Con todo, el potencial de los fármacos GLP-1 va más allá del tratamiento de la obesidad.
Las investigaciones muestran que los pacientes que utilizan fármacos antiobesidad sufren menores problemas cardiovasculares, como infartos cerebrales y ataques cardiacos, incluso si la reducción de peso no es rápida o significativa. Se ha demostrado que dichos fármacos tienen propiedades antinflamatorias, y también parecen tener un efecto positivo en ciertos tipos de cáncer, en particular, en los relacionados con el sistema digestivo.
Otro efecto secundario positivo referido por los pacientes que utilizan agonistas del GLP-1 es una menor ansiedad alimenticia y reducción de la conducta adictiva, ya que estos medicamentos, además del control del apetito, han demostrado influir en los circuitos del cerebro que regulan la adicción.
Lo que es más, hay creciente evidencia de que los agonistas del GLP-1 también funcionan para tratar el Alzheimer. Se espera que Novo Nordisk, el fabricante de Ozempic, pronto publique datos de estudios clínicos avanzados sobre la eficacia de los GLP-1 frente al deterioro cognitivo.
Disponer de tratamientos con mejor rendimiento y menores efectos secundarios podría impulsar el mercado de fármacos de adelgazamiento hasta los 75.000 millones de USD en un plazo de tres años y hasta los 100.000 millones de USD para 2030.
Sin embargo, pese a todas sus promesas, no está aún claro si la aparente capacidad de los GLP-1 para tratar otras enfermedades graves significará el ocaso de muchos de los productos y procedimientos médicos que hoy se utilizan para tratar condiciones cardiovasculares, cánceres y enfermedades del cerebro.
En realidad, el impacto de los fármacos antiobesidad sobre el sector de la salud en su conjunto es difícil de determinar, ya que podrían aparecer efectos contrapuestos.
Por ejemplo, existen informes anecdóticos en ortopedia de que la demanda de equipamiento ortopédico especializado está disminuyendo. A medida que los pacientes obesos pierden peso, la tensión sobre sus articulaciones disminuye y, eventualmente, necesitan menos operaciones de reemplazo de rodilla.
Por el contrario, la pérdida de peso de los pacientes con obesidad grave los convierte en candidatos viables para cirugía, lo que potencialmente aumentará la demanda de operaciones de reemplazo de rodilla y similares. Al mismo tiempo, si los fármacos antiobesidad acaban alargando la esperanza de vida al reducir la incidencia de la diabetes, los problemas de riñón y las enfermedades coronarias, es probable que se requieran otras intervenciones médicas conforme esa población envejezca.
Las compañía aseguradoras y los proveedores de la sanidad pública tendrán que contraponer, por un lado, el elevado coste de los fármacos GLP-1, y su prolongación indefinida en el tiempo —la evidencia sugiere que, una vez que dejan de medicarse, las personas retoman los viejos hábitos de alimentación y vuelven a ganar peso— y, por otro, sus indudables ventajas.
En cambio, más inequívoca –aunque muy gradual– es la incidencia del éxito de los fármacos antiobesidad sobre los sectores de la distribución de comida y del ocio.
Empecemos por la comida.
Los fármacos antiobesidad actúan como supresores del apetito del paciente. Por lo que, cuanto más formen parte de la vida diaria, mayor probabilidad habrá de un fuerte descenso de las ventas de determinados alimentos y bebidas. La ingesta de calorías descenderá, en promedio, para un gran segmento de la población del mundo desarrollado.
En nuestra opinión, los productos poco saludables, como refrescos carbonatados, alimentos procesados, alcohol y repostería —todos los cuales son importantes generadores de ingresos para algunas de las mayores cadenas de distribución alimentaria del mundo— son especialmente vulnerables a un declive de la demanda. Aunque sea demasiado pronto para extraer conclusiones definitivas dada la falta de datos firmes, no podemos descartar la hipótesis de un cambio radical en la actitud —y el consumo— de la población respecto a los alimentos poco saludables.
Los productos y servicios de adelgazamiento tradicionales también experimentarán un impacto adverso. Si bien algunos pueden ser capaces de posicionarse como complementos de los fármacos antiobesidad, los GLP-1 representan una amenaza existencial para las empresas activas en este sector.
A la inversa, algunos negocios especialistas que operan en la cadena de suministro alimentario, en concreto los fabricantes de alimentos más saludables, podrían recoger pingües beneficios comerciales de la generalización de los tratamientos antiobesidad entre la población.
Hay creciente evidencia de que los agonistas del GLP-1 también funcionan para tratar el Alzheimer.
Los gestores de inversión de la estrategia Nutrition de Pictet Asset Management creen que las empresas que producen vitaminas y suplementos para la dieta estarán entre los grandes beneficiados.
Esto es así porque incluso si la ingesta calórica de la persona desciende en un 20 o un 30 por ciento —que es lo que suele ocurrir cuando los usuarios toman medicación para adelgazar— sus requerimientos nutricionales fundamentales no cambian.
Dicho de otro modo, conforme los pacientes obesos pierden peso y reducen su consumo de alimentos, cabe esperar que los suplementos para la dieta, las vitaminas y los alimentos funcionales —utilizados por una de cada tres personas del mundo rico— adquieran un mayor protagonismo como parte de su ingesta diaria. Cierta evidencia procedente de los productores alimentarios de nuestro universo de inversión avala esta tesis, mientras que un estudio reciente entre usuarios de GLP-1 demostró que más de un tercio de los encuestados empezaron a tomar suplementos alimentarios, como probióticos y vitaminas, al mismo tiempo.
El sector del ocio también podría registrar un impulso gracias al crecimiento de los GLP-1. Aunque la adopción de estilos de vida más saludables es una tendencia al alza desde hace algún tiempo, la demanda de productos y servicios dentro de la economía "wellness" podría incrementarse aún más rápido a medida que la población obesa en términos clínicos disminuye. Esto incluye segmentos como el vestuario deportivo y la nutrición deportiva, así como los dispositivos "wearable" de salud y fitness.