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Las turbulencias del sector bancario estadounidense y europeo responden más a una crisis de liquidez que a una crisis de solvencia, y no debemos compararlas con la crisis financiera mundial, cuando la confianza entre los bancos desapareció. En contraste, la semana pasada los 11 mayores bancos estadounidenses inyectaron 30.000 millones de USD en el First Republic Bank con el fin de restablecer la confianza en el sector. Su determinación sugiere que lo que estamos viendo son casos de riesgo idiosincrásico, en lugar de sistémico. A esto se añade la decisión concertada de los bancos centrales de todo el mundo de ofrecer financiación en dólares. Con todo, esta última crisis ha puesto de manifiesto carencias en el sistema regulatorio de EE.UU. Confrontados con reglas más rígidas, prevemos que más bancos se sumen a la lista de 500 entidades quebradas en EE.UU. desde 2001. A medida que los depósitos fluyen desde las entidades más pequeñas hacia las más grandes, la capacidad para conceder créditos de las primeras se resentirá. Los bancos de tamaño pequeño y mediano conceden el 80% de los préstamos al segmento inmobiliario comercial en EE.UU., la mitad de los préstamos a empresas comerciales e industriales, y el 45% de los préstamos a los consumidores, con lo que la probabilidad de una recesión en EE.UU. en el segundo semestre de 2023 se ha reforzado. Las condiciones de crédito ya estaban en camino de endurecerse antes de la semana pasada y podrían seguir endureciéndose ahora. Por tanto, la probabilidad de una recesión en EE.UU. ha aumentado. Prevemos que los beneficios de los bancos se revisen a la baja, pues sus esfuerzos por captar más depósitos harán mella en sus márgenes de intermediación. Hasta que la confianza no se restablezca y la salida de depósitos no se detenga, los bancos podrían continuar sometidos a presiones. La crisis bancaria también podría tener influencia en la Fed. Aunque el último informe del índice de precios al consumo hace pensar en una probable subida de 25 p.b. del tipo de interés de los fondos federales esta semana, las turbulencias bancarias pesarán en las futuras decisiones de política monetaria.
A pesar de las tensiones del sector bancario, el Banco Central Europeo (BCE) subió su tipo de depósito en 50 p.b. la semana pasada según lo previsto, situándolo en el 3%. Si bien mencionó que la “inflación se ha mantenido demasiado alta durante demasiado tiempo”, la presidenta del BCE Christine Lagarde rehusó confirmar nuevas subidas de los tipos de interés en vista del “elevado nivel de incertidumbre”. Esto pone fin de facto a las orientaciones prospectivas sobre la política monetaria (forward guidance). El BCE se mostró abierto a reanudar las operaciones de financiación a largo plazo de manera ad hoc, indicando así su disposición a inyectar liquidez en el sistema bancario en caso necesario. El Banco central de China anunció un recorte inesperado del ratio de requerimiento de reservas para los grandes bancos por primera vez este año, lo que supone una inyección de liquidez y una fuerte señal de apoyo al crecimiento. La visita del presidente Xi a Moscú esta semana permitirá calibrar más claramente la postura de China hacia la guerra de Rusia en Ucrania.
Nos mantenemos infraponderados en la renta variable y con una posición larga en duración. Los bancos y las acciones cíclicas fueron los grandes perdedores de los mercados de renta variable la semana pasada, mientras la deuda pública y el oro se revelaban como los principales ganadores, con una subida de los precios "spot" del oro del 6,5% durante la semana. Seguimos sobreponderando el oro y los metales preciosos. Pero las grandes tecnológicas también lo hicieron bien la semana pasada, ya que los inversores buscaron empresas con crecimiento no cíclico. En sectores de crecimiento, como el de la tecnología, seguimos fijándonos en empresas generadoras de flujos de caja sólidos y positivos. También creemos que los títulos asiáticos seguirán beneficiándose de la reapertura de China.