Adoptando el estilo de inversión "endowment"
El modelo "endowment" lo iniciaron y desarrollaron destacadas universidades estadounidenses desde los años ochenta. Estas instituciones invierten con el fin de lograr independencia financiera y estabilidad dentro de un marco temporal concebido para atender a futuras generaciones. Pero las ventajas no se limitan a estos tipos de organizaciones. Los inversores pueden ser personas físicas, familias o instituciones que buscan lograr rentabilidades elevadas durante períodos largos. Adoptan una perspectiva que abarca varias décadas, incluso varias generaciones. Tienen flexibilidad para ampliar sus horizontes temporales, lo que les brinda protección contra la necesidad de desinvertir en circunstancias complicadas y están preparados para resistir en períodos de volatilidad del mercado. Todo esto les permite sacar el máximo partido a incertidumbres del mercado, acceder a oportunidades para aprender e incluso beneficiarse de tensiones en el mercado a corto plazo.
Estos inversores se centran en el largo plazo. Tratan de incrementar tanto el capital como las rentas en un horizonte a largo plazo, a veces a perpetuidad. Deben ser capaces de tolerar correcciones y volatilidad a corto plazo y de dedicar una parte de los activos a las oportunidades que ofrezcan activos menos líquidos, como el private equity. En última instancia se proponen materializar rentabilidades que puedan mantener –o incluso aumentar– el poder adquisitivo de su capital.
El poder de la asignación de activos
La construcción de sólidas carteras de estilo "endowment" comienza con una clara asignación estratégica de activos (AEA), diseñada para servir a los objetivos últimos de la cartera. La AEA es una de las pocas cosas que los inversores pueden realmente controlar, y crea un marco para otras decisiones. Centra la atención de los inversores lejos de las pérdidas a corto plazo y les da libertad para pensar más allá del ruido de los mercados. Se trata de factores impulsores que intervienen en la creación y el mantenimiento de una cartera de inversión resiliente, sostenible y exitosa.
Tradicionalmente, las carteras "endowment" tenían una configuración equilibrada: 60% renta variable, 40% renta fija. Pero la Universidad de Yale, bajo el liderazgo de David Swensen, su director de inversiones en el período 1985–2021, demostró que la clave para mejorar las rentabilidades es una mayor diversificación, en particular hacia activos alternativos. Siguiendo la iniciativa de Yale, los mayores fondos "endowment" ahora tienen un objetivo de asignación media de un 50% a inversiones alternativas, mirando a mercados nicho para aprovechar fuentes adicionales de rentabilidad.1
La AEA es considerada también el factor más importante para tener éxito en las inversiones a largo plazo. Ciertos estudios han demostrado que más del 90% de la variabilidad de las rentabilidades de una cartera puede atribuirse a la asignación de activos.2 El dar prioridad a la asignación de activos fomenta la visión a largo plazo y reduce la dependencia de influencias menos predecibles derivadas de la selección de títulos y del market timing, el cual puede exponer a los inversores a factores que están fuera de su control.
La importancia de la diversificación
En la gestión de riesgos, no hay herramienta más poderosa que una acertada diversificación. Con ella, los inversores pueden mantener su exposición lejos de dinámicas incontrolables y adquirir el poder de crear una cartera basada en factores que puedan controlar: principios fundamentales y convicciones sólidas, respaldados por una combinación de experiencia y pruebas empíricas.
Los inversores pueden diversificar entre modelos de negocio, sectores, clases de activos, mercados, divisas y zonas geográficas. En su concepto más básico, diversificar consiste en repartir el riesgo invirtiendo en activos que reaccionan de forma diferente a diversas fuerzas de mercado. Esas influencias –a menudo volátiles– y sus respectivos mercados pueden constituir la mayor amenaza al comportamiento de una cartera excesivamente concentrada. La diversificación disminuye el riesgo global de una cartera, sin disminuir sus rentabilidades.
El sesgo hacia la renta variable
Una ponderación hacia la renta variable mejora el potencial de fuertes rentabilidades. Esto se debe a que la tenencia de estos activos durante un período largo no solo conlleva un crecimiento de los dividendos y del valor del capital, sino también un potencial de rentabilidades acumuladas. La AEA proporciona el marco para la selección de títulos, guiada por la atención al valor inherente y las oportunidades de mejora de activos buenos en términos fundamentales.
Las carteras que contienen activos privados tienden a comportarse mejor que las que se limitan a títulos y bonos cotizados en bolsa. Esta rentabilidad superior se debe a varios factores clave, tales como los horizontes de inversión, el apalancamiento financiero, y la capacidad de los especialistas en inversión para transformar los activos e incrementar su valor.
Algunas clases de activos, en particular los alternativos, siempre se comportan mejor en manos expertas. Los mercados privados presentan oportunidades para optimizar las rentabilidades, diversificar las inversiones y mejorar la gestión de riesgos de formas no accesibles en los mercados cotizados. Las inversiones en activos privados abarcan una variedad de categorías, tales como el private equity, el capital riesgo, el inmobiliario, la deuda privada, la madera, la agricultura y las infraestructuras. El private equity, en particular, ha adquirido una gran relevancia. Desde 1996, el número de empresas cotizadas en el mundo se ha reducido a la mitad, mientras que el número de empresas privadas o no cotizadas ha crecido hasta un nivel 8,5 veces superior al de las empresas cotizadas.3
Los inversores a largo plazo comprenden la importancia de la posesión de títulos de renta variable y de la diversificación como principios primarios que respaldan su asignación de activos. Los bonos se consideran en general una clase de activo "segura" porque, en el caso de los bonos soberanos, los inversores tienen el respaldo del gobierno y, en el caso de los bonos corporativos, los bonistas tienen prioridad sobre los accionistas. Pero un menor riesgo significa menores rentabilidades. Los riesgos asociados a la renta variable pueden mitigarse mediante una diversificación acertada. Podría consistir en private equity, estrategias de retorno absoluto y renta variable global, todo lo cual permite una diversificación tanto por zona geográfica como por divisa. El "sesgo hacia la renta variable" debe considerarse precisamente eso: una mayor ponderación en renta variable y alternativas similares a la renta variable. El objetivo primario debería ser crear y mantener una cartera de activos que respondan de forma diferente a las fuerzas externas y a influencias en la rentabilidad.
Un encaje natural: encontrar al gestor adecuado
Los inversores que esperen beneficiarse plenamente de un enfoque estilo "endowment" deben encontrar un gestor que cuente con un firme historial de resiliencia. El gestor debe ser disciplinado, confiar ateniéndose a una perspectiva a largo plazo, poder ejecutar una diversificación sólidamente fundada, y mantener un enfoque firme en la protección del capital. La competencia interna en materia de inversiones alternativas y renta variable temática será una gran ventaja, mientras que los que operan con un enfoque de arquitectura abierta son los mejor situados para proporcionar el apoyo adecuado, dando a los clientes acceso a una red global de los mejores especialistas externos, de confianza. Así, los inversores pueden tener acceso al mejor talento y capacitación disponibles y a profundos conocimientos, más allá de lo que puede ofrecer una sola institución o un solo experto.
Los inversores tendrán éxito con gestores que integren estos atributos en su modelo general. Las mejores decisiones se toman cuando este enfoque es connatural al gestor, y cuando los intereses están alineados. Lo que sirve al gestor debe servir al cliente. Cuando es lo mismo en ambos casos, se logran los mejores resultados.