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El controvertido auge de los electrocombustibles
Mientras que industrias de todo el mundo se han comprometido a lograr la neutralidad climática en 2050, un sector en el que se está produciendo cambios significativos es el transporte mecanizado, que representa el 16% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI).1
En este caso, los vehículos eléctricos (EV) son vías conocidas para el cambio. Según la consultora EY, las ventas de vehículos eléctricos se duplicaron en 2021 y aumentaron un 55% en 2022, lo que representa el 13% de todas las ventas de vehículos.2 Esta tendencia se acelerará con ambiciosos objetivos nacionales propuestos por los gobiernos. Estados Unidos, por ejemplo, prevé alcanzar una proporción de vehículos eléctricos de dos tercios de los coches nuevos en menos de una década.
Pero en los últimos meses, gobiernos, organismos reguladores y fabricantes de automóviles, sobre todo en Europa, también se ha planteado seriamente alternativas a la electrificación de los vehículos de carretera.
Los combustibles sintéticos, o electrocombustibles, han surgido como posible complemento para los vehículos eléctricos, y tanto Alemania como Italia han pedido a la Comisión Europea que los integren en su programa de transporte ecológico. Sin embargo, las opiniones difieren sobre si estos combustibles son alternativas reales a la energía de las baterías.
¿Cómo se producen los electrocombustibles?
Los electrocombustibles se crean combinando CO2 capturado de la atmósfera con hidrógeno obtenido del agua mediante electrólisis. Mientras que este proceso se alimente con energía procedente de fuentes renovables, se considera neutro en carbono: todo el carbono liberado al quemar este combustible acaba de reciclarse a partir del carbono que ya estaba en la atmósfera.
La ventaja obvia de los electrocombustibles es que se pueden utilizar en cualquier motor de combustión convencional. No es necesario sustituir la flota de vehículos, construir instalaciones de repostaje alternativas ni crear nuevas tecnologías de almacenamiento de energía. En otras palabras, no es necesario renovar todo el sector del transporte.
Entonces, ¿por qué los electrocombustibles no han sustituido totalmente al crudo? Por un lado, por la ineficiencia. Un estudio de 20193 destacó todas las etapas durante las cuales se pierde energía en la creación de electrocombustibles, que van desde la captura de carbono hasta la generación de hidrógeno, pasando por la síntesis química de los combustibles.
A esto se añade la ineficiencia de los motores de combustión interna.
El Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), una organización de investigación independiente, estimó que la eficiencia del electrocombustible a la hora de convertir el total de energía aportada en movimiento en solo del 16%, frente al 72% de los vehículos eléctricos. El mayor problema de los electrocombustibles es que los coches que circulan con ellos siguen causando contaminación atmosférica, un peligro para la salud que los científicos están empezando a comprender.
Un suplemento para la energía de la batería
Pero no todo son malas noticias. Puede que los electrocombustibles no sean la mejor solución para los vehículos de pasajeros, pero podrían servir para complementar las baterías, que son relativamente pesadas y voluminosas. Esto se debe a que los electrocombustibles tienen una densidad energética comparable a la del diésel, la gasolina o el queroseno, lo que significa que pueden suministrar una gran cantidad de energía utilizando volúmenes relativamente pequeños. Eso los convierte en una alternativa útil para la descarbonización de barcos y aviones, que deben recorrer largas distancias.
Puede que los electrocombustibles no sean la solución perfecta, pero representan una vía alternativa que merece la pena explorar.
[2] Six essentials for mainstream EV adoption, EY
[3] https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S235248471830266X