La colección de obras de arte de Aarti Lohia refleja sus propios gustos y su trayectoria personal

La colección de obras de arte de Aarti Lohia refleja sus propios gustos y su trayectoria personal

La filántropa, amante del arte, afirma que no tenía «ningún plan» de convertirse en coleccionista. Pero no solo ha llegado a ser una voz potente, sino a tener una opinión muy demandada en el mundo del arte contemporáneo.

La primera obra de arte que compró Aarti Lohia fue un óleo del artista indonesio Putu Sutawijaya llamado Looking for Wings. La impresionante obra muestra varias figuras masculinas; las que se encuentran en la parte inferior del lienzo están luchando entre sí y parecen hallarse en un estado de agonía, pero, si el espectador desplaza la vista hacia arriba, ve esas mismas figuras con alas en la parte superior del cuadro. «Simboliza tantas cosas…», reflexiona Aarti, al volver la mirada a esa primera compra. «Al igual que en la propia trayectoria de la vida, se puede interpretar de muchas formas».

Como toda manifestación artística, Looking for Wings habló a Aarti en un momento particular de su vida, un momento difícil para ella. Habiéndose criado en Delhi, se casó a los 20 años y se trasladó a Indonesia con su marido, Amit Lohia, vicepresidente de Indorama Corporation, una de las mayores empresas petroquímicas del mundo (fundada por su padre, Sri Prakash Lohia). Esto sucedió en plena crisis financiera asiática, e Indonesia por aquel entonces estaba sumida en conflictos y disturbios políticos. «Estaba literalmente en llamas», afirma, recordando que en 1999, en su primer viaje allí, había visto autobuses y tiendas ardiendo. Además, Aarti perdió a su madre tan solo dos semanas después de su boda. «Fue una época muy intensa para mí, y el arte era una forma de hacer frente a todo lo que estaba ocurriendo», comenta. «Han pasado 25 años y todavía me encanta esa obra de arte. Sigue siendo uno de mis cuadros favoritos de la colección».

Desde finales de los 90, Aarti ha creado una colección de más de 200 obras de todo el mundo, entre ellas piezas del artista pakistaní Imran Qureshi, el escultor británico Antony Gormley y el fotógrafo indio Dayanita Singh. Pero la colección no es tanto un conjunto estudiado como un reflejo de sus propios gustos personales y su periplo vital alrededor del mundo. «Sinceramente, no creo haber tenido jamás la estrategia de querer ser coleccionista», afirma, sentada en una elegante chaise longue en la sala de su hogar en el oeste de Londres, donde lleva siete años viviendo con su familia. «No planificaba reunir una colección». Lo que sí tenía era una pasión siempre viva de apoyar a artistas y su obra. «En el arte, hay mucho de mecenazgo», afirma Aarti. «Para mí, un aspecto importante de coleccionar es que estás dando apoyo a un artista vivo que necesita tu dinero hoy, porque tiene que alimentar a su familia, a sus hijos, tiene que viajar, investigar». 

Otro motivo por el que Aarti prefiere apoyar a artistas vivos es que su obra puede suscitar un nuevo diálogo y descubrir temas vitales. Por ejemplo, la familia de su marido se ha dedicado más a coleccionar obras de arte del Renacimiento europeo, de artistas que murieron hace mucho tiempo. Para Aarti, aunque estas obras sean indiscutiblemente bellas, son mucho menos interesantes. «Las aprecias, pero no hay ningún análisis en torno a ellas. Nadie las discute, porque el diálogo ya tuvo lugar en su día». Pero los artistas contemporáneos ofrecen perspectivas sobre nuestro tiempo, por supuesto, y su obra todavía tiene que ser objeto de debate y disección ad infinitum.

De la misma forma que no existió ningún gran plan táctico tras la creación de la colección, tampoco hubo ningún enfoque regional en las compras de Aarti. La colección alberga sin duda la obra de muchos artistas del sur y el sudeste asiático, pero esto se debe más a sus sensibilidades personales y a los lugares donde ha pasado más tiempo que a un deseo estratégico de coleccionar arte “regional”. «A mi parecer, el arte contemporáneo no debería definirse por región», señala, explicando que nuestras sociedades multiculturales y el diálogo global convierten dichas definiciones en inútiles. 

Por otra parte, Aarti está convencida de que los artistas necesitan estar representados. «Para mí está volviéndose más importante el que estos artistas tengan un paladín, que tengan voz», afirma. A medida que han crecido La filántropa, amante del arte, afirma que no tenía «ningún plan» de convertirse en coleccionista. Pero no solo ha llegado a ser una voz potente, sino a tener una opinión muy demandada en el mundo del arte contemporáneo. 68 pictet report Edición especial su colección y su prestigio como defensora apasionada de las artes, Aarti ha sido invitada a formar parte de diversos comités y consejos, en museos y galerías como el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York y la Tate Modern, el V&A y la Serpentine de Londres; con la Tate, por ejemplo, colaboró para las adquisiciones en el sureste asiático. «Siento que tengo una voz y quiero usarla sabiamente», afirma, «aunque solo haga partícipes a otras seis personas de la existencia de algún artista que esté haciendo un trabajo maravilloso».

El intercambio de información se produce en las dos direcciones. Lo que Aarti obtiene a cambio es una visión interna sobre cómo funcionan algunos de los museos más grandes y exitosos del mundo. «Estoy realmente interesada en saber cómo crean los museos sus colecciones», comenta. «Y la única forma de hacerlo es conseguir conocer a los conservadores». Este aprendizaje lo incorpora a su función como miembro de la junta directiva de la Bienal de Kochi, la primera de su tipo en la India, un evento dirigido por artistas que, según ella, «ha elevado el arte contemporáneo indio a un lugar que habría sido impensable hace 20 años».

Aarti dedica una buena parte de su tiempo al arte, pero también dirige la SP Lohia Foundation, una fundación benéfica que lleva el nombre de su suegro, dedicada a una amplia gama de actividades, desde digitalizar libros antiguos (una pasión particular de Sri Prakash Lohia) hasta apoyar el ajedrez en el Reino Unido. (Aarti se autodescribe como una «mamá ajedrecista», pues durante los últimos años se ha dedicado también a enseñar a su hijo, que ha ganado tres veces el campeonato británico de ajedrez para menores de 13 años.) La Fundación también organiza dispensarios ambulantes para el tratamiento de cataratas en Asia y África. Con vista a los próximos años, Aarti dice que tiene mucho interés en «perfeccionar» la misión de la Fundación y ampliar sus actividades.

No obstante, la Fundación ocupó los titulares hace poco cuando anunció que sería el principal colaborador filantrópico de la National Gallery para su programación de arte moderno y contemporáneo, coincidiendo con el bicentenario del museo londinense. «Nunca habían tenido un colaborador del sur de Asia», señala Aarti, con una sonrisa radiante. «Es maravilloso». En el marco de este acontecimiento, la artista india Nalini Malani proyectará algunas de sus obras en vídeo sobre la fachada del edificio que da a Trafalgar Square. La perspectiva ya tiene a Aarti pensando en su legado. «Me imagino a mi hijo pequeño, que tiene seis años», dice. «Cuando crezca y pase por Trafalgar Square, y alguien diga “¿recuerdas a esa artista india que proyectó aquí sus vídeos?”, mi hijo dirá, «sí, mi madre estuvo allí y lo hizo posible». Pero eso es prematuro, desde luego, para una mujer que todavía está en los cuarenta y tiene sin duda mucha más energía y visión que aportar al mundo del arte.

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