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Antoine Roland-Billecart ― El éxito de la madurez
"En Billecart-Salmon nos tomamos nuestro tiempo", afirma Antoine Roland-Billecart, director general adjunto y copropietario de sexta generación de la bodega de champán Billecart-Salmon. "La gran diferencia de ser una empresa de propiedad familiar y gestionada por la propia familia es que no somos como la típica empresa, por lo que no pasa nada si para tomar una decisión nos hacen falta tres, cuatro o cinco años. Billecart-Salmon tiene más de 200 años, así pues, obviamente no tenemos ninguna prisa por cambiar cosas".
Esta forma sosegada de llevar el negocio tal vez no sea adecuada para industrias de ritmo más rápido, pero el mundo del champán de primera calidad tiende a moverse con más lentitud. "Con el champán, tienes que pensar con al menos 10, 15, a veces 20 años de antelación", afirma Antoine. "Por ejemplo, en lo que respecta a añadas, ahora estamos lanzando nuestra Cuvée Nicolas François 2012. Estas botellas han permanecido en la bodega durante casi 15 años. Eso es una inversión". De hecho, Antoine habla sobre las cavas de la casa como una especie de enorme cuenta de ahorro. Actualmente hay varios millones de botellas bajo la finca, almacenadas a lo largo de unos cuatro kilómetros de cavas. "Ese es nuestro banco", dice, "12 metros bajo tierra con todas esas botellas".
En esas mismas cavas fue donde Antoine aprendió a montar en bicicleta de niño. Creció entre vides y recuerda que su padre, Jean Roland-Billecart, le llevaba a los lagares y las viñas para observar a los viñadores en su trabajo. Cuando tenía ocho o nueve años, a Antoine le pedían que ayudara en pequeñas tareas del proceso de vinificación, una especie de "formación infantil", según él. "Y todavía soy un aprendiz", dice, sonriendo. "Sigo estando en prácticas".
Esta iniciación al mundo del champán ha sido una constante en la familia de Antoine durante siete generaciones. La casa fue fundada en 1818 por Nicolas François Billecart y Elisabeth Salmon en Mareuil-sur-Aÿ, en la comuna Aÿ-Champagne. A mediados del siglo XX, Jean, el padre de Antoine, se hizo cargo de la empresa y la transformó, centrándose en nuevas técnicas de vinificación, que dieron lugar al sabor fresco y afrutado que hoy en día es sinónimo del nombre Billecart-Salmon. En 1993, François, el hijo mayor de Jean y hermano de Antoine, asumió la dirección y tomó la decisión de reposicionar la marca, sacándola de los supermercados y centrándose en vinateros independientes y en restaurantes de lujo. En la actualidad, la empresa la dirige Mathieu Roland-Billecart, primo de Antoine, que representa la séptima generación de la familia.
La carrera profesional del propio Antoine en la casa empezó (al menos contractualmente) en 1985, cuando tenía 25 años. Si bien se inició como aprendiz, su facilidad para los idiomas enseguida hizo de él la persona idónea para viajar al extranjero, reuniéndose con compradores y haciendo crecer las exportaciones de la empresa. "Estaba todo por hacer", afirma. "Teníamos que desarrollar el mercado europeo. En Asia no estábamos haciendo nada. Y después nos estrenamos en Australia en 1993, y ahora Australia es uno de nuestros principales mercados de exportación". Cuando echa la vista atrás, esta época de su vida le parece algo borrosa. "No tenía un domicilio fijo", afirma. Actualmente, Antoine es el director general adjunto de la empresa, pero sigue dedicándose especialmente a las exportaciones, viajando bastante y manteniendo relaciones con compradores en todo el mundo.
Aunque el mundo del champán se mueve con relativa lentitud, el sector ha experimentado varios cambios importantes durante la carrera profesional de Antoine. En los años 90, por ejemplo, la producción de prosecco en Italia pasó de prácticamente no existir a ser "como el agua", según Antoine. "La producción de vino que no fuera champán aumentó, lo que trajo consigo mucha competencia", señala. "Por eso, respecto al champán, es importante concentrarse en su calidad y su particularidad, y desarrollar y demostrar la singularidad de su suelo, su clima y su región". Más recientemente, el otro gran cambio que ha observado es la "nueva generación de viñadores", que están produciendo pequeños lotes de champán con estilos más eclécticos. "Yo no lo llamaría competencia, más bien ha aportado una gran diversidad al mercado del champán en todo el mundo", dice Antoine, quien lo considera algo bueno. A lo largo de su carrera, ha aprendido que el mundo del champán está en un estado de "evolución permanente".
Tampoco es que los cambios vayan a desacelerarse. Sudamérica produce cada vez más vinos espumosos, comenta. "Y, en el futuro, también tendremos que pensar que China producirá vinos espumosos", añade. Ni él ni su familia pierden de vista el cambio climático. Comenta que algunas bodegas de champán vecinas han plantado vides en el sur de Inglaterra, como una póliza de seguro por si el cambio climático continúa convirtiendo Kent en una "región similar a la Champagne" al otro lado del Canal. Sin embargo, Antoine es un poco más optimista. "Las vides encontrarán el modo de adaptarse a las condiciones climáticas, porque las plantas son inteligentes", afirma. "Tendremos que contribuir al proceso, por ejemplo, con podas tardías para evitar las heladas, pero las viñas se adaptarán". Y lo más importante para él es que la tierra auténticamente singular de la Champagne, en la que se sitúan los viñedos, no se verá afectada. "El suelo no cambia", señala. "Aquí tenemos tierra caliza, y las calizas seguirán ahí. Llevan en esas tierras unos tres millones de años".
Tiene la misma confianza en la solidez y la longevidad de Billecart-Salmon como empresa familiar. Su primo Mathieu fue nombrado CEO hace menos de seis años, por lo que se espera que continúe muchos años más al frente de la empresa. (Jean, el padre de Antoine, sigue plenamente en forma a sus 101 años y, según Antoine, el secreto de su larga vida es una copa de champán Billecart-Salmon a diario.) Con vistas a un futuro más lejano, Antoine está convencido de que siempre habrá un conjunto de líderes fuertes en la familia, teniendo en cuenta lo grande que es (su padre fue uno de seis hermanos, así pues, Antoine tiene "muchos, muchos primos"). "En la familia tenemos una fuente de contratación con gran potencial, porque somos accionistas casi 50 de nosotros", afirma. Sin embargo, aclara que nadie consigue un puesto en la empresa meramente por su apellido. "El que seas un miembro de la familia no significa que entres automáticamente en la empresa", afirma. "Buscamos experiencia, conocimientos y eficiencia".
Aunque cree en la independencia de la casa, no considera descartada del todo la idea de una adquisición en algún momento. "Si un grupo grande dijera, 'nos interesa comprar Billecart', es posible que consideráramos esa oferta, en función, por supuesto, de la contraprestación", comenta. "Pero la decisión sería familiar". Y la estructura familiar podría descartar cualquier operación de ese tipo. "Se trata de un holding financiero familiar, así que es como Fort Knox", observa. "No puedes entrar y casi no puedes salir".
No obstante, tiene bien claras la misión actual y la estrategia de la casa. "La prioridad es que Billecart se mantenga en la familia, porque hemos recibido esa marca de nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros bisabuelos, que hicieron el esfuerzo de crearla", afirma. "Sobrevivieron a la Revolución francesa, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. No fue fácil. Por eso, nuestra misión, en la medida en que tenemos una misión en este mundo, es pasarla a la generación siguiente en el mejor estado posible".