Markus Boesch está al mando de una de las marcas de barcos más históricas del mundo

Markus Boesch está al mando de una de las marcas de barcos más históricas del mundo

El dueño del astillero suizo que lleva el apellido familiar tomó el relevo de su padre y su tío, y hoy, como consejero delegado, es el único miembro de la cuarta generación que mantiene la vinculación operativa con la empresa. Nos explica cómo se propone pilotar el negocio a través de un período complicado.

De joven, Markus Boesch siempre supuso que se incorporaría a la empresa de embarcaciones a motor fundada hace 91 años por su bisabuelo Jakob. Siendo adolescente, el astillero al borde del lago Zúrich había sido su campo de juegos, y más tarde trabajaría en él durante sus vacaciones de verano. Pero incapaz de concluir la carrera de ingeniero mecánico, decidió cambiar de rumbo profesional y abandonó el negocio familiar (para siempre, pensó él). Sin embargo, hace diez años volvió a Boesch Motorboats, y actualmente lleva el mando como su consejero delegado. 

«Tras la decepción en mis estudios, mi primera reacción fue hacer algo completamente diferente, una decisión típica de los veinteañeros que ven las cosas en términos de blanco o negro», rememora Markus. Se matriculó en la facultad de Ciencias Empresariales y, como de joven había sido buen nadador, cursó el título de entrenador de natación en la universidad de educación física de Suiza, llegando a entrenar país al equipo nacional junior. Al finalizar sus estudios de Empresariales, se adentró en el sector de TI con un empleo en una pequeña cadena de tiendas especializadas en computación móvil. 

«El sector de TI me pareció fascinante, pero evolucionaba a una velocidad tan vertiginosa que la estrategia corporativa cambiaba cada pocos meses», dice. «Me di cuenta de que sería más feliz en un entorno más pequeño y familiar que me permitiera implicarme en el negocio con una perspectiva a largo plazo». De modo que habló con su padre y su tío sobre la posibilidad de regresar a la empresa familiar y en 2000 se reincorporó a Boesch, con el cometido inicial de supervisar la modernización de su sistema de TI. 

Él representa a la cuarta generación Boesch al frente de la empresa familiar, pero es la primera generación en la que no todos sus miembros trabajan para la empresa, comenta Markus. Su hermano menor ejerce la actividad de psicólogo, mientras que su primo trabajó algún tiempo en Boesch pero luego cambió de profesión. «En generaciones anteriores, se esperaba que los hijos siguieran los pasos de sus padres», sopesa. «Ese fue el destino marcado para mi padre y mi tío, pues mis abuelos los enviaron a Alemania a fin de formarse técnicamente y poder ingresar en la empresa». 

El pueblecito de Kilchberg a orillas del lago, donde están las oficinas centrales de la empresa y hoy forma parte administrativamente de Zúrich, acoge el astillero de Boesch desde hace más de 150 años. Allí llegó para trabajar hacia 1900 Jakob Boesch, un carpintero reciclado en constructor de barcos tras comprobar que tenía miedo a las alturas. Cuando la empresa entró en quiebra tras la Primera Guerra Mundial, Jakob la adquirió en 1920 con el apoyo financiero de algunos administradores de Lindt & Sprüngli, la famosa empresa de chocolate cuyas oficinas están justo cruzando la calle.

Por entonces, el negocio consistía en construir, mantener y reparar barcos de vela, a motor y de remos. Pero el hijo de Jakob, Walter, que entró en la empresa como aprendiz en 1925, quedó fascinado por las primeras lanchas planeadoras, cuyo diseño les permitía alcanzar velocidades superiores con mayor eficiencia sobre el agua. Bajo su liderazgo a partir de 1938, la empresa desarrolló los diseños “horizon gliding”, que hacían posible que los modelos de Boesch planeasen sobre las olas y las superasen en posición casi horizontal. Dada la estabilidad de la ola resultante por la popa, su velocidad y su agilidad, pronto se convirtieron en los preferidos de los esquiadores acuáticos, siendo utilizados en los Campeonatos europeos entre 1960 y 1976, y en los mundiales entre 1960 y 1991. 

Cuando la escasez de petróleo frenó en seco la producción de barcos a motor durante la Segunda Guerra Mundial, Walter reorientó su actividad a la fabricación de barcos de vela. Pero una vez concluida la guerra, la demanda de embarcaciones a motor se disparó, y con ella las ventas de barcos Boesch, relativamente asequibles gracias al bajo tipo de cambio entre el franco suizo y el dólar. Walter visitó EE.UU. para estudiar métodos de fabricación en serie de barcos en Detroit y, en 1953, Boesch se convirtió en la primera empresa en aplicar dichas técnicas a la industria naviera. 

La empresa siguió siendo innovadora, dejando de construir con paneles de madera y empezando a utilizar laminados tras otro viaje de Walter a EE.UU. en 1964. Hoy en día, los barcos se construyen con hasta once capas de caoba procedente de África occidental, que se tiñe y reviste con varias capas de resina epoxy antes de barnizarse con varias capas de poliuretano que realzan la belleza natural de la madera. El resultado es un acabado sólido, rígido y más resistente que la fibra de vidrio, el material más empleado actualmente en las motoras. La empresa construyó una planta de producción más grande, con capacidad para fabricar hasta 150 barcos al año, en la localidad de Sihlbrugg, en el cantón vecino de Zug. 

En la década de los setenta entró en escena la tercera generación de la familia con la incorporación al negocio del padre de Marcus, Klaus, arquitecto naval recién graduado, y su tío Urs, ingeniero mecánico. Pero al cabo de poco tiempo, el shock petrolero y la devaluación del dólar frente al franco colocaron a la empresa de nuevo en una tesitura delicada. Boesch pasó de un modelo de producción basado en grandes volúmenes a otro tipo nicho, centrado en diseñar barcos únicos de mayor tamaño y con más prestaciones, utilizando nuevos productos y tecnologías. Actualmente, la empresa fabrica entre 15 y 20 barcos al año, con un plazo de construcción de en torno a seis meses y un precio de venta que oscila entre los 200.000 y los 800.000 francos suizos. 

Como en la automoción, el motor eléctrico también ha sido una innovación exitosa en la industria naviera, en parte porque muchos lagos, como los del sur de Alemania y Austria, solo permiten navegar en sus aguas un número limitado de embarcaciones de gasolina cada verano. Las embarcaciones eléctricas, dotadas de las baterías más avanzadas con un peso no superior al de un motor de combustión estándar V8, representan ahora cerca de una tercera parte de las ventas de Boesch. 

«Comparando los barcos de hoy en día con los de los años setenta, su apariencia no ha cambiado mucho, pero son muy diferentes», afirma Markus. «Al igual que un Porsche 911, siempre reconocerás un barco Boesch, pese a que el desarrollo técnico es constante». 

Al igual que un Porsche 911, siempre reconocerás un barco Boesch, pese a que el desarrollo técnico es constante.

Para ser un productor especializado de éxito hay que superar numerosos retos, añade. El sector de la construcción de barcos ha atravesado cambios profundos durante los últimos 25 años, y los astilleros pequeños afrontan una competencia cada vez mayor de las grandes empresas verticalmente integradas que aplican métodos de fabricación en serie.  

«Tenemos una excelente reputación y una sólida imagen de marca, porque seguimos fabricando nuestros barcos con madera de caoba», afirma Markus. «Pero debemos encontrar nuevos mercados para nuestros productos; la mayoría de nuestros barcos los compran clientes de Centroeuropa, un mercado estancado o incluso menguante. Y nuestros recursos de marketing son los de una empresa pequeña». 

En la década de los noventa, la familia trató de aumentar las ventas a EE.UU., pero los expositores estadounidenses querían tener docenas de modelos en stock porque los compradores allí desean poder elegir un barco y llevárselo a casa inmediatamente. «Con nuestra producción», explica Markus, «simplemente no podemos mantener esos stocks». El otro mercado que ha captado su interés es, como cabía suponer, China. «Hemos sopesado las opciones y llevado a cabo estudios de mercado, y yo mismo he viajado al país para echar un vistazo», expone. Pero el nivel de inversión que se necesita para entrar en este mercado increíblemente competitivo y complejo excede los recursos de Boesch», reconoce. «Allí tienes una única oportunidad para entrar en el mercado. Y no puedes estropearla». 

Al mismo tiempo, Markus cree en el crecimiento constante y en la importancia de las relaciones a largo plazo con los clientes, por encima de las ventas rápidas a corto plazo. Prueba de ello es que, todavía hoy, el astillero trabaja en restaurar a su estado original barcos vendidos en la década de los cincuenta y los sesenta. «Conocemos a la mayoría de las familias propietarias de un barco Boesch», dice. «Mantenemos el contacto con ellas y cuidamos de sus barcos durante generaciones». 

Desde su regreso a la empresa familiar, Markus ha imprimidosu sello a algunas cosas que deseaba cambiar. Una de susprioridades es la conciliación de trabajo y familia: «No quieroacabar “viviendo en el astillero”», comenta. «Cuando en losaños setenta y ochenta mis abuelos venían a cenar, la conversaciónsiempre giraba en torno a la empresa; no tenían másvida que el negocio. Y mi padre trabajaba los siete días de lasemana casi todo el año. Yo he tenido la enorme ventaja detrabajar en un entorno diferente antes de incorporarme aquí.El tiempo que paso en el taller es trabajo, y el tiempo que estoyen casa es para el descanso y la familia».

Además, ha formalizado más el modo de gestionar la empresa. Durante algún tiempo, dirigió el negocio junto con su padre y su tío, lo que obligó a introducir reuniones más organizadas. «Mi padre y mi tío se llevaban muy bien y tenían su propio ritmo y su método de trabajo juntos», dice Markus. Pero con el paso de dos a tres personas, fue necesario formalizar los debates y no solo tratar los temas junto a la máquina de café. Esto era importante para mí, porque cuando combinas negocio y familia, hay aspectos emocionales asociados. 

Su padre y su tío ya se han jubilado, dejando a Markus como el único miembro de la familia Boesch al cargo de las operaciones. No obstante, aún interactúa periódicamente con la generación anterior. «Ellos siguen participando en varios órganos de la empresa, ya sea en el consejo familiar, el consejo asesor o nuestro consejo de administración, por lo que nos vemos bastante a menudo», explica. «Mi padre suele venir por la empresa dos o tres veces cada semana. Y, de todos modos, vivimos en el mismo pueblo». Pero su padre y su tío evitan entrometerse o interferir. «Si hay algo que necesito comentarles, o si quiero su consejo, soy yo el que da el paso», dice Markus. «Pero no se presentan y preguntan, “oye, qué te parece si tal o cual cosa?”» 

Aunque Boesch sigue siendo una empresa participada y controlada por la familia, ofrece a directivos externos una participación minoritaria en las empresas filiales. Y la familia no tiene ningún interés en vender, pese a haber recibido algunas propuestas muy tentadoras. Markus cita en este sentido el caso de Riva, la empresa familiar italiana y principal competidor de Boesch durante las décadas de los sesenta y los setenta. Sus propietarios vendieron el negocio de construcción de barcos a finales de los setenta, y desde entonces este ha pasado por distintas manos: private equity, compradores del sector, una oferta pública de acciones y “hedge funds”. 

«Si vendiéramos la empresa, podríamos recibir una generosa suma por ella», afirma. «Pero entonces ¿a qué me dedicaría el resto de mi vida?» ¿Le gustaría que una o varias de sus cuatro hijas —todas ellas sin cumplir aún los 20 años—se convirtieran en la quinta generación que se hiciese cargo de la empresa familiar? «Están mostrando interés, pero no vamos a forzar nada en este sentido», dice Markus. «Además, como ya hemos redefinido nuestras estructuras, podemos separar la parte operativa de la propiedad de la empresa. Con lo que podría darse el caso de que, en la quinta generación, solo participemos en la empresa como propietarios – pero es definitivamente algo que queremos mantener dentro de la familia». 

 

Consejos de Markus Boesch para emprendedores

  •  Encuentra una manera de desarrollar el diálogo entre generaciones. Las empresas familiares entrañan un montón de temas espinosos, y es vital hablar abiertamente sobre ellos.
  • La experiencia fuera de la empresa familiar y/o en otro sector es muy importante.
  • Trata de establecer una red de contactos a nivel local, en tu país y tu continente, o incluso más lejos.
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